Los planes de ordenamiento territorial (POT), entendidos como el instrumento idóneo para la planificación físico espacial que permite orientar en el largo plazo usos y procesos de ocupación de una población sobre su territorio planteando lineamientos, políticas en modelo de ciudad y visión integral de desarrollo sobre el territorio, deben responder a las transformaciones de un municipio y por supuesto ofrecer una respuesta a los desafíos que esto acarrea (cambios significativos en las proyecciones demográficas, la ejecución de proyectos de gran impacto para el desarrollo, y un respeto por el medio ambiente).
Evitar la ocupación de terrenos no apropiados para la urbanización por presencia de amenazas naturales y socio naturales más que una restricción, es una oportunidad para el desarrollo local, ya que evita costosas inversiones que de una u otra manera los municipios deben sufragar en el momento de presentarse un desastre. Identificar y zonificar de forma anticipada las zonas donde se puede generar riesgo es fundamental para determinar correctamente las áreas de expansión del municipio a fin de evitar desastres futuros. Así mismo con relación al riesgo que ya existe, la incorporación del riesgo en la planificación territorial es necesaria para determinar los tratamientos urbanísticos que se deberán implementar a fin de reducir el potencial de pérdidas de vidas y daños económicos en las zonas determinadas como de alto riesgo.” (MinAmbiente, 2009)
La incorporación del riesgo en los procesos de planeación y ordenamiento territorial permite establecer medidas no estructurales para la prevención y mitigación, orientadas a la reducción del riesgo existente y evitar la generación de riesgos futuros; a través de un conocimiento exhaustivo y detallado de las amenazas y los factores de vulnerabilidad (elementos expuestos) a los que es susceptible cualquier municipio. En tal sentido, integrar la gestión del riesgo de desastre definida en el marco de la ley 1523/12 y la adaptación al cambio climático mediante el ordenamiento territorial consigue que el municipio adopte un principio de precaución (entiéndase como evitar y gestionar el riesgo), un principio de adaptación ajustando el sistema local, y en este aspecto, garantizar el diseño, desarrollo y ejecución de medidas responsables de adaptación y mitigación frente al riesgo de desastre. Indiscutiblemente, los riesgos están relacionados con las condiciones sociales y ambientales del territorio que de una u otra manera favorecen la condición de vulnerabilidad, y son el resultado de las formas de desarrollo aplicado y un resultado a los procesos de explotación y ocupación de medio naturales (problemas ambientales asociados al acelerado proceso de urbanización, industrialización) producto derivado de la mala gestión administrativa.

Imagen 1: Aplicación de técnicas de teledetección para el estudio de zonas en deforestación.
En ese orden de ideas, la teledetección, definida como la ciencia de capturar información de los objetos y fenómenos que ocurren sobre la superficie terrestre sin tener contacto con ellos mediante la utilización de sensores remotos a bordo de satélites artificiales (Chuvieco, 2006) (Jensen, 2005), ofrecen un abanico de posibilidades en el proceso de planificación y gestión del territorio, específicamente en la gestión de recursos naturales, y cobra absoluta relevancia si no se dispone de información detallada y actualizada acerca de los mismos. En tal sentido, detectar los fenómenos naturales próximos a ocurrír y cartografíar la vulnerabilidad a los mismos es una valiosa alternativa en términos de su posibilidad a la detección temprana, y permite introducir medidas preventivas o de carácter prospectivo que reduzcan los impactos físicos y socioeconómicos, sin considerar que puede identificarse, caracterizarse, cuantificarse otros procesos de origen antropogénico desarrollados en dicho espacio geográfico. Según la OAS (Organization of American States), todos los peligros de origen natural pueden ser estudiados utilizando sensores remotos, ya que de acuerdo a su naturaleza son procesos recurrentes que dejan evidencia de su anterior ocurrencia, por lo que pueden ser monitoreados y estudiados para ser integrados en los procesos de ordenación del territorio.
Imagen
2: Análisis
de zonas de inundación a través de imágenes obtenidas de sensores remotos.
Las ventajas de la teledetección en este campo se constituyen como un insumo directo en la producción de cartografía temática asociada a la probabilidad de ocurrencia de un evento y a la condición de susceptibilidad de un grupo de personas a éste, y provee insumos para los sistemas de monitoreo y alertamiento inmediato de orden regional o nacional.